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Roald Amundsen estaba empeñado en ser el primero, su pasión por el éxito lo llevó a realizar una de las mayores proezas para un equipo de exploradores. Conquistar el polo sur, hasta ese momento inhóspito e inalcanzable. Inició el 10 de agosto, al salir de su natal Noruega. Nadie lo había logrado aún, muchos lo habían intentado y desistido de inmediato. Las bajas temperaturas y las condiciones tan peligrosas hacían de esa aventura un riesgo permanente.

Tan solo unos meses antes, un explorador británico de nombre Robert Scott había partido con su equipo para intentar conquistar el polo. Una competencia en el tiempo, los británicos y los noruegos con estrategias y rutas diferentes pero un mismo objetivo.

Scott era militar, disciplinado y con un nacionalismo evidente para llevar el honor de la conquista a su país. Amundsen era marino, inteligente y con un claro propósito llegar al polo sur.

Mientras Scott había invertido en sofisticado equipo para la época, Amundsen observó e imitó los hábitos de la zona. Decidió partir solo con lo indispensable para quitar peso al equipaje. Los fríos aumentaron y la incertidumbre crecía, Amundsen incluso llegó a abandonar parte de su equipo, pues no los consideraba preparados para continuar. De ocho originales solo cinco llegaron a la meta, el resto tuvo que regresar a casa mucho antes por las órdenes del noruego.

Como habrás advertido, la pasión, el liderazgo y la confianza en el equipo permitió llegar primero a su destino y ganar el premio final, hacer historia. Finalmente, el 14 de diciembre de 1911 hacía las 3 de la tarde, Roald Amundsen y su equipo, tras calcular y recalcular la posición exacta, habían llegado al Polo Sur. Aunque otros lleguen, ellos llegaron primero.

Izaron la bandera de Noruega, plantaron una tienda y dejaron en su interior una carta para su rival junto con algunas provisiones;

«Querido comandante Scott: Como usted será probablemente el primero en llegar aquí después de nosotros, ¿puedo pedirle que envíe la carta adjunta al Rey Haakon VII de Noruega? Si los equipos que hemos dejado en la tienda pueden serle de alguna utilidad, no dude en llevárselos. Con mis mejores votos. Le deseo un feliz regreso. Sinceramente suyo. Roald Amundsen».

Lamentablemente el comandante Scott, derrotado y con un equipo desmoralizado perdió la carrera y la vida, jamás regresó a casa. Incluso Mecano contaría la historia en la canción “héroes de la Antártida”.

Esta historia, de éxito y de fracaso nos enseña que a medida que el desafío crece, la necesidad de un trabajo en equipo aumenta.

Aprovechando la gran exigencia que impone el vencer la naturaleza John Maxwell llama a esta la ley del Monte Everest. En cada reto, sueño u objetivo sabemos que el tamaño del desafío exige tener un equipo talentoso, preparado y comprometido.

La proeza de Amundsen nunca pudo ser completada en soledad, requirió de equipo, un equipo que incluso durante la travesía fue mejorando.

El equipo debe tener el potencial y tamaño suficiente de cada sueño, para alcanzarlo, el Dr. John Maxwell incorpora a la ley 4 recomendaciones:

  1. Trabaja con los miembros del equipo
  2. Agrega al equipo miembros clave
  3. Cambia el liderazgo de ser necesario
  4. Quita a los miembros ineficaces

Te invito a pensar; y tú ¿tienes el equipo para tus sueños?