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Florence Smith, o Stevie Smith, como firmaba sus obras, fue una poetisa inglesa famosa por su prosa y rima cotidiana pero trágica, recibió muchos reconocimientos y méritos por su obra, uno de sus más famosos poemas se titula; “no estoy saludando, me estoy ahogando” y relata la trágica muerte de alguien que se ahogaba cerca de la playa, por la que la gente pasaba con serenidad, no lo salvaron, pero no por maldad, sino porque pensaban que estaba saludando desde el agua.

Aunque la historia es muy dramática, en diferente nivel resulta muy común. Diversas situaciones nos impiden conocer, interactuar y facilitar la construcción de mejores personas en el equipo. Y en gran medida, la causa de muchas de ellas, está en la apatía por entender la realidad del otro, tener equipos mejores evidencia la necesidad de conducirnos “empáticamente”. En muchas ocasiones juzgamos los problemas con ligereza, sin poner nuestra atención y empatía. Sabemos que el rendimiento y productividad de una persona siempre es impulsada y aumentada desde su interior. Un colaborador con altos niveles de satisfacción y congruencia con los valores de la organización tiene un mayor impacto en los resultados que alguien que no se encuentra en tal situación. Todos tenemos historias que contar, problemas que afrontar y también crisis que hemos o estamos atravesando.

La vida tiene sus retos y sus diversas crisis, y pensar que es posible obviar esos momentos en el trabajo resulta irreal, la vida no es un cuento sencillo y sin vaivenes, al contrario, emprender cualquier visión requiere esfuerzo para mantenernos, pero sobre todo pasión para cuando las cosas vayan mal. Es decir, los problemas surgen y afrontarlos y ayudar a otros en ello, es el compromiso de un líder.

El líder es una persona empática, que debe conocer a su equipo, entender lo que viven y ser sensible a ello. Se trata de conectar y no solo de conducir. Conectar para hacer crecer. Esta conexión no pretende intromisiones innecesarias o un olvido a los resultados, sino que es motivada por un profundo respeto a la persona, como detonante del éxito. Cuando aceptamos que la objetividad y el acompañamiento deben estar presente podemos generar equipos virtuosos con un alto grado de sinceridad y apoyo, entonces estamos listos para los retos.

No estamos sugiriendo que los problemas se resuelven con condescendía o compasión vacía, el líder debe ser un coach y recomendar las acciones necesarias para corregir el rumbo y mejorar el comportamiento del colaborador.

El enfoque en los resultados y la búsqueda constante de hacer que las cosas sucedan empieza con las personas. Una organización con relaciones culturales saludables está mejor preparada para enfrentar los retos que una que no lo está. Como afirma Lencioni; hoy sabemos que una organización exitosa es una organización inteligente pero también saludable. La empatía no es intención, sino acción y elección. Construir comunidad al interior de la organización, pero también al exterior, resulta una consecuencia natural cuando se es sensible a los problemas del otro.

Tres acciones muy sencillas pero poderosas para construir momentos de empatía:

Comunica claramente. No se trata solamente de enunciar algo, sino de construir espacios de comunicación y claridad sobre la misma.

Retroalimenta; esto da seguridad en los comportamientos, afianza los comportamientos virtuosos y útiles para alcanzar los objetivos y evidencia y transforma los negativos o comportamientos opuestos.

Reconoce; la habilidad de reconocer genera ambientes positivos y de enfoque es útil cuando comprendemos los estímulos y motivaciones de una persona

Si quieres aprender más sobre la empatía, te recomendamos escuchar el podcast de liderazgo de John Maxwell con Juan Vereecken en: www.podcastdeliderazgodejohnmaxwell.com